La Congregación de Hermanas Dominicas de la Anunciata nace como respuesta a las necesidades de un momento histórico, a mediados del siglo XIX.
Francisco Coll, dominico, conforme a la Orden de Predicadores, y exclaustrado a causa de la legislación aprobada por el Gobierno de la nación, se dedicó a evangelizar los pueblos y vio que una de las principales causas de la corrupción de costumbres era la ignorancia, especialmente de la doctrina cristiana.
Por otra parte, había visto que mujeres jóvenes deseaban vivir consagradas a Dios y cooperar al bien del prójimo, pero la carencia de medios les impedía entrar en las Congregaciones existentes.
Francisco Coll, emprendió la ardua tarea de trabajar para subsanar estas lagunas descubiertas en la predicación.
Funda la Congregación para «Anunciar el Mensaje de Salvación a todos, especialmente a la niñez y juventud a través de la educación».
Y según sus palabras, las Hermanas deben:
«Esparcir la verdadera doctrina enseñándola por las poblaciones grandes y pequeñas» e «Iluminar de este modo las tinieblas de la ignorancia».
La Congregación, fiel al carisma específico y a su especial vocación dominicana, plasma como ejes esenciales la contemplación y el anuncio:
«Contemplar y dar a los demás lo contemplado».
«Contemplando en el misterio de la Anunciación la entrega del Verbo a la humanidad, encontraremos el amor, la luz y la alegría que nos impulsen a promover a la persona humana hacia la plenitud en Cristo y ayudar así a la configuración cristiana del mundo».